mi subconciente ecléctico

domingo, marzo 09, 2008

Cobrador: In god we trust.

Estoy en Guadalajara, es el XXIII Festival Internacional de Cine de Guadalajara, y acabo de salir de una película cuyo nombre es el mismo que el de este post.

No es una película sencilla de ver, ni sencilla de entender, detalle que en mi opinión es una pista fundamental para diferenciar el cine de arte del comercial.

Le película tiene muchos detalles que merecen ser resaltados, el primero de ellos es cómo transmite que es una producción multinacional, porque ves una parte en Estados Unidos y realmente crees que es producción norteamericana, ves la parte de México y te recuerda elementos de cierto cine mexicano , la parte brasileña igual, me recordó Carandiru y Cidade de Deus; incluso el pequeño segmento argentino. Hubo una secuencia que me recordó la cinematografía de El Padrino, y luego entendí que cobrar un adeudo con la vida embona perfectamente en un contexto de mafia siciliana.

Esta mezcla de culturas cinematográficas es algo que no había visto antes, sin mucho esfuerzo uno podría imaginar que fueron cuatro directores diferentes que fusionaron sus visiones en una línea de historia entrecortada, pero lo que parece más obvio al final es que se trata de un director que conoce a profundidad qué cine se ha estado haciendo en estos países, cómo en estas culturas muy diversas se aborda el mismo problema y cómo los seres humanos más allá de tener una nacionalidad estamos comenzando a asumirnos de una misma especie, la especie humana que en el contexto de la película se divide en tres grupos: los que debemos, a quienes les debemos, y los cobradores. Luego te enteras que el director es Paul Leduc (y lees de él, al menos eso hice yo) y queda perfectamente claro que haya conseguido contar exitosamente una historia como esta con escasas palabras (ni una sola del protagonista) pero con imágenes poderosas. Es sin duda una historia que se pudo haber contado en fotografía.

Habemos ciudadanos privilegiados que tenemos un adeudo que nunca pagamos con los ciudadanos de segunda clase, y hay cobradores que son la mayor preocupación de los endeudados. Los cobradores son sin duda los más interesantes de la especie, son quienes mejor entienden el sistema y no temen pasar por encima de él. Son una especie de iluminados pero no necesariamente sabios, decadentes sin ser nihilistas, son hedonistas pero nunca consumidores. Son quienes mejor entienden a la naturaleza, quienes mejor pueden sentirla e imitarla, pero reconocen su humanidad bizarra y destructiva, y son capaces de dormir con ello.

Se saben eternos y es posible que por eso sean el grupo más valiente de la especie. Se saben animales y eso permite que no haya vergüenza o arrepentimiento en sus actos. Se saben libres sin ignorar que están limitados, pero les cuesta trabajo comprender cómo el resto de la especie decidimos, a veces hasta racionalmente ser muchísimo más limitados. Trabajar todos los días en construir nuestras barreras. Poner todo nuestro empeño en levantar el polvo necesario para nublar constantemente nuestra visión. Encontrar el mayor placer en actos que directamente erosionan nuestra inteligencia. Son seguramente los cobradores quienes mejor pueden entender el arte, el abstracto; pero "están podridos de que les hablen en abstracto".

El concepto de venganza, de revancha, se queda corto para explicar los cobros. Dos males no hacen un bien, la ley del Talión sólo hace interminable la cadena de daño, es imposible entender qué es justo, es la teoría del caos.

El concepto de cobro está mucho más relacionado con el desahogo psicosocial, no te destruyo por lo que me hiciste, te destruyo porque es lo que necesito para sentir que vale la pena seguir con vida.

Si este contexto lo aislamos lo podríamos definir como maldad pura. Pero lo cierto es que no es otra cosa que un dilema moral. No disfrutan con el dolor, no son torturadores, pero definitivamente no sienten un respeto especial por la vida humana, incluyendo la suya propia. Porque para ellos sólo es cómodo destruir a los deudores, por eso son cobradores; pero el rol con sus clientes, todos aquellos a quienes debemos, es dar lo mejor de sí para sembrarles felicidad. Y eso los hace seres sumamente empáticos.

Si aislamos el concepto de buscar hacer feliz a quien lleva una vida miserable, lo podríamos definir como bondad pura. Esto transmite que sin duda, los cobradores están, literalmente, más allá del bien y del mal. Son jueces de lo evidente, pero no pueden ser evidentemente juzgados.

Recomiendo ampliamente ésta película si quieren sentirse cuestionados. Si les molesta ser cuestionados, es posible que les parezca aburrida, es el mecanismo de defensa más común.

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sábado, marzo 08, 2008

La Sociedad de Hiperconsumo.

Con este nombre, Gilles Lipovetsky presentó una plática hace unos meses en el ITESM y decidí acudir.
Es un filósofo reconocido y fue muy interesante, principalmente, cómo estructuró el tema para presentarlo, organizado y metódico, transmitió conocimiento al alcance de cualquiera.


El punto focal fue un análisis en torno a cómo la sociedad ha reaccionado al consumo. Lo divide en tres etapas:
1. Siglo XIX a finales de la Segunda Guerra Mundial. Aquí el tipo de consumo es completamente ad-hoc a la clase social y hay diferenciaciones sumamente claras, se notaba cuando alguien de una clase social pretendía tener mejores cosas (incongruentes con su poder económico) y era fuertemente presionado por el resto de su grupo social.

2. Segunda mitad de los cuarentas a finales de los setentas. El consumo se vuelve de competencia en un contexto familiar, para las amas de casa es importante alimentar mejor a su familia, para los "jefes de familia" es importante ir a mejores lugares de vacaciones, tener una mejor televisión para reunir a la familia.

3. Final de los setentas a la actualidad. El consumo se vuelve individualizado, ahora ya es importante tener una televisión para cada miembro de la familia, un teléfono celular, ropa que los distinga de acuerdo a su personalidad. En esta tercera etapa el consumo se vuelve masivo y el crecimiento exponencial.
A esta sociedad Lipovetsky la llama "de hiperconsumo". El individualismo de consumo que la caracteriza, tiende a relacionarse directamente con lo que llamamos "necesidades personales". Nos es imposible casi imaginar una vida sin demasiadas cosas, sin celular, sin computadora, sin internet, sin televisión por cable, sin lector de dvd's, sin consola de videojuegos. Las necesidades personales cada vez son más, y la libertad de elección entre una infinidad de opciones que presenta el mercado, no parece estarnos satisfaciendo.

La principal conclusión a la que llega, es que el consumo no nos está dando la felicidad.

¿Parece obvio?, parece que casi todos creemos que el dinero no garantiza la felicidad, pero él además se esfuerza en demostrarlo, diciendo que los estudios sociológicos muestran que ni siquiera ayuda (claro, el contexto es clase media, son estudios europeos, supongo que hablando de pobreza el dinero tiene un efecto determinante).

Y si no ayuda a que seamos felices, ¿cuál es la razón por la que nuestra vida gira en torno a nuestros ingresos?
Pregúntate el día de hoy, ¿cuántas horas del día pasas pensando en tu trabajo?, ¿cuántas horas de tu "tiempo libre" pasas consumiendo y pensando en lo que quieres comprar?, el lugar en el que vives, la ciudad, la zona, la casa en donde habitas, ¿cómo se relaciona con tu fuente de ingresos?
¿Cuántas actividades en el día realizas que no tengan nada qué ver con ingreso y consumo?

Les voy a platicar la vida que estoy viviendo.
Llevo cinco semanas viviendo fuera de mi ciudad participando en diversos proyectos de trabajo. Durante la mañana visito a mi cliente y en resumidas cuentas, le aconsejo respecto a formas de reducir costos operativos. Salgo de la oficina del cliente y mi preocupación es dónde comer que me puedan dar factura para que quede cubierto por los viáticos. Salgo de comer y me tomo un par de horas en autocapacitarme para mañana dar mejores consejos. Termino y ahora pienso cómo evadirme de la realidad, si juego Fifa08 en mi PSP o si veo una película en la laptop de la empresa. Si el internet funciona me meto a ver qué juegos o qué películas quiero comprar. Chateo y juego risk en Facebook. Si no funciona me recuerdo que es urgente contratar algún servicio de internet cuanto antes. Busco qué cenar en el Seven Eleven cerca de la casa que nos renta la compañía que nos invitó al proyecto. Antes de dormirme leo un poco.

Salvo pequeñas diferencias, esa ha sido mi vida las últimas cinco semanas. No recuerdo una sola actividad que esté alejada de la cultura consumista, posiblemente alguien diría que leer, pero ese libro no lo regalan... me baño con cierto champú (Pantene con acondicionador y especializado en, no sé, rizos o cabello "normal", o lo que sea), me rasuro con Mach 3 de Gillette, me lavo los dientes con un cepillo que me avisa (háganme el favor) cuándo debo cambiarlo, y una pasta que me permite sólo lavarme dos veces al día mientras me blanquea los dientes. Consumo fútbol, lo que me hace consumidor de televisión (cable y sky), me hace consumir apuestas por internet, en fin.

Y estoy completamente consciente que mi felicidad nada tiene qué ver con todo esto. Pero mi vida se sigue centrando en esto. Si hay una métrica para la vida es el tiempo, y yo estoy consumiendo el 100% de ella en producir ingreso, en comprar con ese ingreso y en utilizar lo que compro.

Si vivimos 75 años y de eso quitáramos el tiempo relacionado con consumo y las horas de sueño, ¿cuánto dura realmente nuestra vida?

Lo que Lipovetsky nos dijo ese día, es lo que el budismo nos ha dicho por siglos, al final, las propiedades acaban apropiándose de ti (se apropian del tiempo de tu vida). Así que aunque nos parezca obvio lo repito, si vivimos para consumir, no nos quejemos de que no somos felices.

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miércoles, marzo 05, 2008

Vocación.

La palabra política, la ética de muchos, se ha relacionado desde siempre con el bien común, o más específicamente, con el gobierno (gobierno político), la administración del poder en beneficio de una comunidad.

En realidad, para el mexicano promedio, las palabras política y gobierno están mucho más relacionadas el día de hoy con robo, con suciedad, con deshonestidad; por supuesto éstos calificativos son racionalmente negativos, es decir, la gente sabe que así no debería ser el gobierno político, eventualmente inclusive nos podremos acostumbrar (nos dejará de sorprender enterarnos de ciertas cosas), pero lo cierto es que nunca nos dejará de parecer incorrecto que así sea; es decir, por más acostumbrados que estemos, esperaríamos idealmente que cada uno de los políticos y gobernantes se preocupara primero por el bien común, antes que por el personal. La escala de valores, en teoría, debiera ser la siguiente:
1. Mi comunidad.
2. Mi partido político (los valores que representa)
3. Yo y mis seres queridos.

Sin embargo, hoy casi todos podríamos asegurar que la escala de valores de la inmensa mayoría de los políticos es exactamente inversa, y muchas veces ignorando incluso los valores que presume el partido al que pertenecen.


El resto de los civiles, por otro lado, no sentimos, en general, una obligación hacia el bien común, debido a que no decidimos tomar esa carrera, nos preocupamos por hacer que nuestro negocio sea exitoso, o ir escalando puestos dentro de nuestro trabajo.

El punto es que si visualizamos a todos y cada uno de los servidores públicos como individuos independientes de la política, nos sería más sencillo comprender por qué (la mayoría) hacen su trabajo con la sola finalidad de acceder a mejores puestos y a más poder, lo cual deseamos en general el resto de los mortales en nuestros trabajos dentro de la iniciativa privada, entre otras cosas. Y es entonces que decimos, ¿para qué se dedican a ser servidores públicos si su principal preocupación son ellos como individuos (y su familia y amigos en todo caso)?

También algunos podrían señalar que ganan más, que tienen más prestaciones, que tienen acceso a información privilegiada y a trámites expeditos por el sólo hecho de ser servidores públicos y que ese extra debiera compensar el que se preocupen más por la comunidad a la que atienden que por ellos mismos; por el contrario, pareciera que el servicio público es el templo de la corrupción, aquella que va desde el oficial de tránsito que te ofrece una "alternativa" a la infracción hasta el político de alto rango que administra "favores". Esto no significa que la corrupción sea un mal inherente ni exclusivo del servicio público, los "compadrazgos" se pueden ver en muchas empresas privadas. La diferencia está en que la corrupción está conceptualmente más alejada del término "bien común" que del individualismo que carga inherentemente el sector privado.

Al final llegaríamos a un concepto que a mi me parece controversial y subjetivo, que es la "vocación". Idealmente quisiéramos que todos los servidores públicos tuvieran la "vocación de servicio" para poner por encima de sus intereses particulares, el de la ciudadanía; que renunciaran por ejemplo a muchas de las ventajas que les dan sus sindicatos de los mandos medios hacia abajo, que rechazaran vacaciones (que no tenemos en la iniciativa privada) con tal de trabajar más días por la ciudadanía. O en el caso de los altos puestos, que renunciaran a ciertas ventajas que les da el poder que tienen para por supuesto no transgredir libertades de otros o no beneficiarse directamente (o indirectamente con compadrazgos) con el erario público.

El punto es que cuando reconozcamos que esto no va a ocurrir, pondremos los pies en la tierra, cambiará nuestra percepción y comprenderemos que no podemos esperar mucho más del servicio público, entenderemos que si de todos modos el meollo del asunto se centra en un concepto tan subjetivo como la "vocación", más nos convendría privatizar los servicios públicos y no sólo eso, sino abrir el mercado para que al menos la competencia presione a dar un mejor servicio. Utópico y nihilista por supuesto, no pierdo la costumbre.

Analicémoslo ahora desde una perspectiva diferente; cuando hablamos de un sacerdote, asumimos que es una persona que no se preocupa por el individuo en primer lugar sino por un conjunto de feligreses que son su comunidad (en el caso de un papa, su preocupación sería toda la Iglesia). Asumimos que deseará el bien a su prójimo (cuando menos el bien que plantea la Biblia) y que difícilmente transgredirá la libertad de otros con la "facilidad" que lo hacemos el resto de los mortales. Entonces aparecen casos de sacerdotes que abusan sexualmente de menores y al común de la población le cuesta trabajo comprender. O mucho menos grave, nos cuesta a veces comprender que los sacerdotes tengan pareja, y muchos seguramente preguntarán, ¿entonces por qué se hizo sacerdote y dentro de una religión donde está prohibido que tengan pareja? Y de nuevo responderán muchos, los he escuchado, "es que no tenía verdadera vocación".

En ambas perspectivas estamos hablando de lo mismo. estamos idealizando a partir de un paradigma que debería haber cierto comportamiento menos egoísta por el sólo hecho de haber elegido cierta forma de vida. Y así como los servidores públicos tienen ciertos beneficios, los sacerdotes (católicos, hablando de México) también los tienen, no sólo cargan con el poder de impartir los sacramentos que pueden significar eternidades de paraíso o infierno para el resto de los mortales, sino que en esta vida mortal reciben cierto trato prioritario de la comunidad, particularmente en países como México, que tiene más del 90% de ciudadanos católicos (también lo he visto).

Pero de alguna forma olvidamos que también son individuos humanos que viven dentro de un sistema (capitalista y reprimido sexualmente, en general). Si recordamos esto, ¿no sería de esperarse que en el gobierno al menos haya tanta gente corrupta como en el resto de las funciones (del sector privado) que reciben una remuneración?; ¿no sería de esperarse que al menos haya el mismo porcentaje de violadores entre los sacerdotes que entre el resto de la población?

Si ya entendimos esto, les tengo malas noticias, ojalá fuera así. Desgraciadamente el ambiente del servidor público es la perfecta invitación a la corrupción, ya que hay un conjunto de condiciones que dan un premio superior a todos aquellos que deciden hacerlo, recordemos que "el poder corrompe, (y el poder absoluto, corrompe absolutamente)". Y en el caso de los sacerdotes, lamento decirles que un ambiente de represión sexual, es el perfecto anfitrión de las principales patologías psicosexuales. Así que dudo que los porcentajes no sean mucho mayores si se toma una muestra en estos campos y se compara con el resto de los ciudadanos.

Así que acostumbrémonos, que nos deje de sorprender, que nos parezca lógico y de esperarse éste tipo de comportamiento; que finalmente entendamos que el cambio debe ser a nivel sistema, el cambio debe ser en los paradigmas, poco se podrá hacer tomando medidas tradicionales, tendríamos qué trabajar más en la causa que meramente reaccionar al efecto.

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