mi subconciente ecléctico

martes, junio 19, 2007

¿Eres el osho?

Hace como tres años un pseudomentor me invitó a leer a un autor quesque famoso que se hace llamar Osho, porque "vio en mi algo que le hacía pensar que me gustaría mucho".

Yo en ese momento (raro raro) no estaba leyendo un carajo, así que me metí a amazon y compré un libro de él, que se llama "Intelligence: The Creative response to now".

Encontré poco de valor real en ese libro, la forma en que escribe es además impresionantemente aburrida, lo rescatable fueron algunas citas de historias Zen. Pero dentro de toda la mierda exagerada, idealista y recetoide (o sea, con los ingredientes para ser feliz en la vida); encontré una premisa muy interesante. Cuando Osho habla de inteligencia, dice que nacemos inteligentes, pero que lo que nos rodea se esfuerza en hacernos "desinteligentes" (él habla de "unintelligence").

Resulta que cuando nacemos, tenemos a nuestro alcance todo un mundo de conocimiento, que llega a nosotros de dos maneras: 1. Con un raciocinio propio, apoyado en lo que en Lógica se conoce como "sentido común" y, 2. Guiados por el conocimiento y desconocimiento de otros.

A mi me bautizaron (no es canción de Arjona) antes de cumplir un año, tomó la decisión una persona que ahora no puede sostener una discusión con un solo argumento sólido respecto a la importancia ya no digamos del sacramento, sino de toda la base doctrinal de su religión. Los argumentos éticos con los que crecí, lejos de tener un fundamento filosófico, se basaron completamente en supuestas mejores prácticas dictadas por una tradición lejana de ser un caso de éxito.

A los 6 años pensaba que los mayores merecían más respeto que yo, a los 8 yo ya era feliz de tener una primera comunión, a los 10 de rezar el rosario todos los días, y a los 12 pensaba que masturbarse era malo. Me llevó unos 4 años más comenzar a "deseducarme" para pretender regresar al camino de la "inteligencia".

En el caso de las relaciones de pareja, nos encontramos con una serie de supuestos sociales que en un momento me pudieron parecer "naturales" y algunas ahora me causan náuseas.



A los 14 años pensaba que algún día me casaría (seguramente antes de los 24), con una mujer más o menos sumisa, que tendría un par de hijos, que todos dependerían económicamente de mi, que ambos seríamos fieles (en lo próspero y en lo adverso) y que sería una relación para toda la vida. Pensaba también que la autoridad radicaba en el hombre, aunque era manipulable mediante artimañas femeninas, que los celos eran algo completamente normal y hasta bueno (eran una demostración de amor), que había un elemento de propiedad ("cuando seas mía"), y que por supuesto estar en una relación de pareja implicaba sacrificios (ceder).


Un día estaba con una amiga que me contaba sus penas de amor en una relación totalmente disfuncional, él era casado, machista, celoso; y curiosamente era lo que ella buscaba, un estereotípico macho que la celara, pero el defecto era la esposa de él. Y le empecé a hablar de un amor independiente, honesto, limpio, le platiqué de lo fundamental que era la confianza en una relación y cómo eso era todo lo contrario a los celos. Lo más interesante para mi fue que no lo comprendió, es decir, entendió cada una de mis palabras, pero no comprendió el sentido completo, no supo de qué demonios le estaba hablando. Entonces entendí que ella era una mujer educada, desinteligente en el sentido de Osho.


Le conté a este pseudomentor y me "regañó". "¿Cómo le dices a alguien como ella que existe esa clase de relación? Acabas de ser el causante de su infelicidad. Ella aspiraba a una relación fácil de obtener, abundan esa clase de hombres, ahora sí se la complicaste, ojalá que olvide tus palabras."

Le expliqué que ella ni siquiera había entendido, me platicó que él lo entendió muy tarde, era casado y con dos hijos, con un relativo alto puesto en un trabajo que carcomía diariamente su energía, con el sueño idealista de emigrar a oriente a meditar en busca de la "inteligencia".

Creo que para muchas personas se vuelve más importante el día a día, resolver los pequeños o grandes problemas que encaran rutinariamente. Por eso es mucho más sencillo dar por hecho una serie de premisas sociales con tonalidades de Ética, y así es como surge la Moral. Se convierten en principios más democráticos que ciertos, y el "qué dirán" gana un importante peso específico en la estandarizada vida de estas personas. El resto de la sociedad se convierte en un grupo de jueces que aplican una ley de extraños castigos psicológicos ante unos principios que no analizan ni comprenden.